En este espacio transcribiré la biografía de este gran pianista realizada por : Peter Pettinger: Vida y música de Bill Evans
Editorial: Global Rhythm Press (2007)

sábado, 20 de agosto de 2011

PREFACIO

                              ... un tipo sencillo con un talento limitado, tal vez también una perspectiva limitada.  
                                          Bill Evnas hablando  de si mismo.





En 1958, yo tenía trece años y cursaba estudios clásicos de piano y violín. Como tantos otros adolescentes británicos de la época, escuchaba los últimos éxitos del rock and roll  que nos llegaban desde el corazón de Europa gracias a radio Luxemburgo. Sin embargo un compañero de clases se había iniciado en el jazz, y empezamos a intercambiar sencillos y EP de 45 r.p.m., los únicos discos que podíamos permitirnos. Nuestro gusto evolucionó y pasamos de las bandas tradicionales al "duende" de Dave Brubeck. Al menos en el caso del pianista, la opinión de un  pequeño sector de público del este de Inglaterra coincidía col los estudiantes de los grandes campus norteamericanos. Nuestro oído no tardó en acostumbrarse a la modernidad "cool" del cuarteto de gerry Mulligan, especialmente a la de aquel EP de carpeta morada que incluía "Bernie's Tune" y "Walkin' Shoes". cuando Miles Davis se cruzó en nuestro camino con varios fragmentos de Miles Ahead y Milestones, supimos que estábamos en la senda correcta.
          Un día, mi amigo llego con Jazz Track, lo último del trompetista. El pianista de aquel sensacional disco era un músico desconocido de nombre vulgar: Bill Evans. Sin embargo, nada vulgar había en su sonido: parecía un pianista clásico pero tocaba jazz. Fue un flechazo, el típico punto de inflexión en la vida de una persona. Ahí mismo nació el concepto del  "sonido de Bill Evans", que destilaba todo lo que yo siempre había querido escuchar. Lo que lo hacia realmente atractivo era la tristeza de sus armonías, el lirismo y la novedad de sus texturas. Aquel pianista era la prueba fehaciente de que era posible tocar un estilo musical sirviéndose de los modismos y de la elegancia que solamente se aplican, por general a otro. Había algo a temporal en él, como si siempre hubiera estado allí. aquellos sonidos eran, sobre todo, un lamento que asomaba detrás de las notas, una pasión contenida que parecía estar casi al alcance de la mano.
           Empecé a coleccionar sus discos, al igual que hicieron- lo supe más tarde- centenares de personas. sin embargo, por entonces creía, por extraño que parezca, que yo era el único que conocía su música y que había reaccionado a ella. pero otro tanto les ha sucedido a muchos admiradores de Evans, y custodian con un celo extremo lo que ven como su tesoro. puede que esta respuesta se deba a la capacidad del artista para comunicarse de tú a tú, una cualidad que proviene de su carácter tranquilo, introvertido y modesto. No era una persona glamurosa, y no parecía tocar para las masas, sino para sí mismo, lo que provocaba en el oyente la sensación de quien capta una conversación ajena y se contagia con lo  se dice desde una posición de privilegio única. Esa misma cualidad, esa "presencia", es lo que hace que Bill Evans llegue hoy a todo tipo de público como no sucede con ningún otro músico.
            Mi deseo por hacerme con más y más discos de él no tardó en convertirse en una obsesión. recorría todas las tiendas de segunda mano que descubría con la remota esperanza de desenterrar alguna grabación inédita en que participara, porque pronto me di cuenta que el placer que me procuraba Evans era el mismo, tanto si era la estrella como cuando se limitaba a acompañar. Mis pesquisas no siempre daban fruto, y todavía faltaba veinte años para que apareciera la sensacional y exhaustiva discografía recopilada por Peter H. Larsen, Turn on the Star. Siendo como era un joven pianista clásico, tuve la fortuna de espesar a viajar, y así descubrí que sus discos llegaban a la Europa continental antes que a Inglaterra. Lo primero que hacia cada vez que visitaba París, por ejemplo era entrar en Lido Musique, en los Campos Elíseos. Mi ejemplar de Portrait in Jazz (Riverside) todavía luce los adhesivos "36 francs" y "Déclaré à la S.D.R.M." en la contraportada. Con el tiempo, está búsqueda se amplió a las grandes tiendas de Nueva York.
              La carrera artística de Evans fue larga, parsimoniosa, y transcurrió, como él mismo dijo, "lejos de los extremos". No es extraño, por lo tanto, que el reconocimiento de su figura siga hoy un camino similar. Desde su muerte, en 1980, el espacio que le dedican las tiendas de discos no ha dejado de crecer, y las más grandes cuentan hoy con una generosa selección de su obra. Paulatinamente, el público concede al mensaje de esta figura el valor que merece, y el apreció hacia su música va en aumento. es una "estrella" en Francia, aunque es cierto que para ellos siempre lo fue. Y fue Francia, y no Inglaterra o Estados Unidos, la que le dedicó un retrato televisivo en 1996.
            Era un pianista de una naturalidad extraordinaria. De hecho, más que alguien sentado al piano, parecía formar parte del instrumento, ser una extensión del mismo o, mejor dicho, el piano era una extensión de él; y no lo tocaba, sino que le convencía para que cobrara vida. Su porte reservado y un tanto extraño cuando subía al escenario desaparecía al ponerse a tocar. En ese momento, como por arte de magia, se sentía realizado.
            Su influencia pervive y se extiende todo el espectro del jazz y, más concretamente, a un sinfín de músicos. El concepto interactivo y de cámara de los diferentes tríos de Bill Evans está presente en toda la producción de un sello discográfico para el que nunca grabó; la estética de ECM, la compañía de Manfred Eicher, se define a partir del enfoque de Evans, basado en la economía y el silencio. Mucho de los integrantes que pasaron por el trío de Evans, así como otros instrumentistas influidos por el pianista, así que han grabado para la discográfica.
            La historia de su vida es la historia de un músico en activo y de un sinfín de clubes, auditorios y estudios. Cuando no estaba de gira, el club Village Vanguard, en Nueva York, era su hogar musical, el epicentro de su vida laboral; uno de sus seguidores, temeroso de que aquellos sonidos se perdieran para siempre, capturó las actuaciones que dio allí a lo largo de los años: son las grabaciones piratas de Mike Harris, que editadas en 1996 por Fantasy bajo el titulo The Secret Sessions, recogen el paso del pianista por aquel escenario.
           Nunca conocí personalmente a Evans, pero lo vi en multitud de ocaciones en el Ronnie Scott's de Londres, en Village Vanguard y en otros clubes. A menudo hice oídos dordos a la fama que perseguía a Manhattan de ser capital mundial de los atracos, y regrese a pie desde Greenwich Village, a las tres o cuatro de la madrugada, a un hotel cualquiera del Midtown. también en Londres asistía a todos sus conciertos. Tímido y atenazado por la admiración que sentía hacia Evans, jamás tuve el coraje de dirigirme a él, a excepción de una descabellada petición musical  que hice una noche y que él amablemente satisfizo. Sin embargo, y dejando al lado esa falta de arrojo, una parte de mi no quería conocerlo ni lo necesitaba. Por romántico que pueda parecer, me bastaba su música, y no lamento este anonimato.