En este espacio transcribiré la biografía de este gran pianista realizada por : Peter Pettinger: Vida y música de Bill Evans
Editorial: Global Rhythm Press (2007)

martes, 27 de septiembre de 2011

PRIMERA PARTE

 EL NACIMIENTO DE UN SONIDO,
                                                        1929-1958.    
     
    1- EL CHICO DE PLAINFIELD                                     


 Siempre he preferido tocar algo sencillo a recorrer el teclado de arriba a abajo sin  saber muy bien qué hacer. Bill Evans.


El  primogénito de Harry y Mary, Harry Jr., heredó la corpulencia de su padre; Bill por su parte, dos años más joven, copió la estructura ósea más bien pequeña de su madre y el semblante anguloso de ésta. Se convirtió en el favorito de Mary. Cuando los excesos alcohólicos de Harry ocasionaban violencia y problemas económicos, Mary solía enviar a los chicos a la cercana Somerville para que se alojaran en casa de su hermana Justine y de la familia Epps.
       También allí había música. Por la noche, el padre de Earle Epps, pianista y organista de carrera, se sentaba al piano y repasaba los grandes clásicos, una actividad que tendría un efecto definitivo en los huéspedes, los hermanos Evans. Earle Epps recuerda los primeros ercarceos de los chicos con la música:" Harry tenía entre cinco y siete años cuando empezó a tocar el piano, pero nadie se planteó ensañar a Bill: era demasiado joven. En aquella época, los profesores de piano daban clases a domicilio. Bill se quedaba en un rincón y escuchaba. Cuando la clase había acabado y la habitación estaba vacía, se acercaba al piano, se sentaba y tocaba lo que había escuchado". la precocidad de Bill ya era todo una amenaza para Harry cuando el más joven de los dos hermanos empezó, con seis años y medio, a recibir clases.
        Evans nunca negó la influencia que tuvo en él su hermano, no sólo en el terreno de lo musical, sino también en los deportes: ambos eran atletas natos, y Bill, llevado por la adoración hacia su héroe, siempre intentaba estar a la altura del primogénito a pesar de  los dos años que los separaban. No tardaron en sucumbir a la pasión familiar, el golf, y pasaron buena parte de su primera infancia en los greens. De hecho, cualquiera de los dos podría haber hecho carrera en el circuito profesional. Pero éste no era el único deporte o actividad de ocio al que se entregaba la familia; a final de los años veinte, Harry y su cuñado Michael regentaron un salón de billar y una bolera en Dunellen. Su intuición empresarial les llevó asimismo a construir, junto a la autopista situada en las inmediaciones del concurrido aeropuerto de Hadley, cerca de New Brunswick, un campo de práctica para el verano. En el invierno, se ocupaban de un centro similar en la carretera 1, en Vero Beach, el centro vacacional de Florida, al que se trasladaron Harry y Mary después de jubilarse.
       Los hermanos Evans tomaban la bicicleta para ir desde su casa de madera blanca de la avenida Hunter, en Plainfield, a las clases de piano que recibían en la vecina Dunellen. Para su profesora, Helen Leland, Harry era mejor pianista. Evans la recordaba con cariño, y agradecido por no poner demasiado énfasis en los aspectos técnicos más pesados, algo que, dado su temperamento, podría haberle hecho perder interés por la música. en su lugar, le animaba a que identificara a primera vista las notas impresas. Bill no tardó en descubrir lo fácil que le resultaba tocar lo que le ponían delante, una habilidad que con el tiempo alcanzaría unas proporciones legendarias. La casa familiar estaba bien surtida de partituras, y el pequeño estudiaba con atención marchas, polkas, canciones y obras clásicas, seleccionando de entre todo aquello que tocaba sus piezas favoritas.
      No es fácil explicar la facilidad para la lectura a primera vista, pues tanto puede ser innata como haber se adquirido por ósmosis o ser fruto de una sana curiosidad. el verdadero lector se conforma con un cierto grado de imperfección durante el acto de leer, pues lo que le mueve es el deseo de llegar al final de la frase al precio que sea. Para éste, la idea de "práctica", la perfección de la propia obra, era sumamente sospechosa. Evans irritaba a sus profesores de la universidad por la imperfecta ejecución de sus escalas y arpegios. No hay nada más nocivo para estimular el instinto musical de un joven que pasarse el día repitiendo estos ejercicios. Para afianzar esos fundamentos, tocaba mucho, unas tres horas diarias de niño, pero repartía su energía de un modo poco convencional. " todo cuanto he aprendido-explicaba-, lo he aprendido a golpe de sentimiento. Nunca he visto el piano como un objeto en sí mismo, sino como la puerta de acceso a la música."
      Con siete años, Evans inició estudios de violín, y si bien su relación con el instrumento no acabó siendo demasiado satisfactoria, puede que la experiencia de aguantar e incluso potenciar el sonido de  la cuerda tuviera algo que ver con su eterna obsesión por "cantar" al piano, el desafío último del sensible pianista, que él superó con creces. Con los años,  se interesó por otros instrumentos, y estudió flauta y flauta piccolo, por ejemplo con Joseph C. Schaedel, su profesor de música en el instituto. Aun así , su gran amor siempre fue el piano, un instrumento que le permitía atacar y aguantar las notas con una claridad meridiana. Años después, al reflexionar sobre la posición de privilegio que el instrumento había ocupado en sus primeros años de vida, confesó: " Descubrí que me encantaba tocar cuando tenía unos diez años y me rompí la muñeca trepando por un árbol. Entonces me dí cuenta de lo mucho que echaba de menos tocar el piano. Fue toda una revelación, porque nunca antes me lo había planteado.


                                                *                 *                          *


La familia se trasladó al 490 de Greenbrook Road, pues ambos hermanos estaban matriculados en el instituto de North Planinfield. En casa, Evans vivió algunas experiencias auditivas que explican su entusiasma por el repertorio europeo contemporáneo: " Recuerdo, por ejemplo, el disco de 78 r.p.m de Petruschka que recibí en el instituto por navidad, un regalo que yo mismo había pedido. me pasaba el día escuchándolo, aprendiéndomelo. Yo no conocía aquella música, y descubrirla fue algo sensacional. recuerdo mi primer contacto con la politonalidad de Milhaud, con una obra de la que tal vez no estaba del todo satisfecho el compositor, una de las primeras, la Suite provenzal. me abrió los ojos a un puñado de cosas". 
     Como tantos melómanos de su generación, Evans creció durante los años cuarenta con la radio. Musicalmente, era una persona abierta, y su capacidad para absorber todo lo que emitían las ondas explica su insistencia, años después, en afirmar que había aprendido de todo el mundo. Sin embargo tenía una formación y un repertorio estrictamente clásico, y durante seis o siete años se limitó a tocar las notas que figuraban en el pentagrama. Además, aunque era un interprete avezado, no sabía nada de la arquitectura interna de la música. En un vídeo educativo rodado en los años sesenta, recordaba los años de escuela junto a su hermano: " Desde los seis años hasta los trece, aprendí a leer a primera vista y a tocar música clásica, y la verdad es que los dos, como ya saben, tocábamos a Mozart, a Beethoven o a Schubert con inteligencia y musicalidad. Sin embargo, yo era incapaz de tocar "My Country tis of Thee" sin la partitura delante".
      Esta suerte de bloqueo musical, consecuencia habitual de las costumbres y de las circunstancias, desapareció poco después. Evans recordaba haber escuchado jazz a los doce años, aproximadamente. Su educación se inició con los discos de big band de Tommy Dorsey y Harry James. A continuación, vinieron otros grandes músicos de jazz. Su hermano, que ya había espesado a impregnarse de ese lenguaje, estudiaba trompeta y estudiaba en la banda del instituto. Un día, el pianista contrajo el sarampión y Bill tuvo que ocupar su lugar, y disfrutó de lo lindo con aquella nueva experiencia : "Cuando ingresé en la banda, leía los arreglos tal cual los habían escrito. De vez en cuando, en mi partitura había un efecto en el tercer coro, ¡ding!, y yo esperaba ese momento porque me tocaba intervenir".
      

viernes, 26 de agosto de 2011


PROLOGO

Siempre he querido visitar Rusia, para conocer de primera mano las raíces de esa parte de mí.

                                                              Bill Evans


Willians John Evans, el menor de dos hermanos, nació el 16 de agosto de 1929 en Plainfield, Nueva jersey. Poco se sabe de los antepasados de Harry Leon Evans, su padre. nacido en 1891 en Filadelfia, inculcó en sus hijos un poderoso sentido de pertenencia a las raíces galesas y protestantes de la familia y, fiel a la célebre tradición vocal de ese país, daba rienda suelta a su propio talento musical cantando asiduamente en un coro de la barbería. la familia de Mary, la madre de Bill, procedía de Rusia, un país que también tenía un pasado en música coral, así como una sólida tradición pianística. Mary Soroka- el apellido significaba "urraca"- disfrutaba con la música de la iglesia ortodoxa y hacia sus pinitos como pianista aficionada. Harry Jr. y Bill, los dos hijos de Harry y Mary, acabarían haciendo de la música su profesión. en el caso de Bill, el resultado tuvo un valor incalculable. el pianista de jazz Chick Corea, por ejemplo, rinddió este homenaje a la trayectoria de Evans: " No hay instrumento para medir el valor de Bill. es uno de los grandes, uno de los mayores artistas del siglo".

                                                                *     *      *
A partir de los años sesenta, Brian Hennessey, un seguidor británico de Bill Evans, fue a Nueva York en viaje de negocios y quiso ver como era el village Vanguard, el club donde el pianista tocaba. Hennessey estaba en condiciones de organizar algunos conciertos en Inglaterra, y Evans aceptó la oferta de inmediato. No sólo era una oportunidad profesional, sino que aquellas actuaciones le brindaron la ocasión de visitar su patria celta. Ésta es la historia del primero de los muchos viajes que realizó a Inglaterra, aunque jamás cumplió con el sueño de peregrinar hacia Gales.
        A finales de los años sesenta, como también sucedería en el ocaso de su vida, Evans se mostró dispuesto a visitar la otra parte de sus antepasados: Rusia. En la primera ocasión, un contratiempo de última hora en el aeropuerto JFK hizo que fracasara el viaje. En 1980 volvió a presentársele la oportunidad y, aunque no estaba por la labor de embarcarse en una larga gira bajo unas condiciones durísimas por las carreteras provinciales rusas, si que le apetecía dar unos cuantos conciertos en grandes auditorios para premiar así a todos sus seguidores rusos. No obstante, la intervención militar soviética en nombre del régimen afgano controlado por Moscú llevó al pianista a tomar una decisión agónica. En el otoño de 1980, poco antes de su muerte, suspendió el viaje. En una carta a los editores de la revista norteamericana de jazz  Down Beat,    que también envió a otras publicaciones de peso, dejó clara su postura frente all régimen político-cultural de la Unión Soviética, diez años antes de la glasnost:
             
                                           Soy un pianista de jazz de fama internacional. Mi apellido, Evans, es galés,      evidentemente; pero el de mi madre, Soroka, y su legado son rusos. En los recuerdos de mi niñez conviven las canciones y el espíritu de tantas y tantas reuniones familiares, un valiosísimo regalo que sólo puede ser fuente de riqueza para un niño que está creciendo.
                                          Por ello siempre he querido visitar Rusia para conocer de primera mano las raíces de esa parte de mí. recientemente, cuando a finales de septiembre de este año, fui invitado a dar cinco conciertos en Moscú con mi trío, pude constatar por fin lo que ya sospechaba: que hace años que existe una cohorte de admiradores de mi música en ese país.
                                         Tal vez habría tomado la misma determinación sin necesidad del episodio de Afganistán, porque a menudo he lamentado la tragedia de la gente que vive en una sociedad en la que las propias opiniones pueden suponer sufrimiento interminable o la cárcel, y donde la inspiración del artista ha de ajustarse a unos criterios ajenos al arte. ¡ Tales cosas son, hoy, la negación misma de la esencia del arte! Con todo, los sucesos de Afganistán me han llevado a reflexionar.
                                        Durante varios días sopesé la cuestión, y adopté la firme decisión de que debo cancelar los conciertos. Confiaba de que el boca-oreja llevaría a mis seguidores, en cuanto supieran de mis motivos para suspender las actuaciones, a una suerte de rebelión filosófica, y que aquella reacción liberaría la energía para oponerse a la perpetuación de este gobierno opresor.
                                      Obviamente, se puede oponer a mi decisión la necesidad de darles a conocer nuestro mensaje cultural. Se me antoja una razón demasiado acomodaticia. Si todos los artistas examinaran la cuestión y se negaran a actuar allá donde existe opresión, tal vez surgiría así un gran impulso revolucionario. No en vano, actuar allí de forma voluntaria es participar de la atmósfera de degradación del alma humana.
                                     El significado de mi acto será escaso o insignificante, pero soy fiel a mis códigos y estoy en paz conmigo mismo.


      Estas últimas palabras parecían un epitafio, pues Evans sabía que la muerte estaba cerca. Desde siempre había tenido problemas de hígado, pero su estado había empeorado en las dos últimas décadas a causa del consumo de drogas, lo que le había provocado varias ulceras sangrantes y malnutrición. Como me confesó el escritor Gene Lees, amigo íntimo del pianista, "el suyo fue el suicidio más largo de la historia". En los últimos años, el pianista, que desde siempre había desoído cualquier consejo sobre su salud, estaba débil y consumía cocaína. Cuando canceló la gira rusa, seguramente intuía que no habría sobrevivido al viaje, bien por su mala salud, bien por algún problema derivado de las drogas, por más que sus convicciones humanitarias le hubieran llevado a emprenderla.

                                                         *       *         *
  Mary Soroka, la madre de Bill, prohibió a su propia madre enseñar ruso al pianista por medio a que no aprendiera bien inglés. Con el tiempo, Evans lamentó aquel exceso de celo protector. En cierta ocasión, en los años cincuenta, recibió varias cartas de un pianista ruso de jazz. Mary, aunque leía y escribía el ruso con dificultad, se las tradujo y, ante la insistencia de Bill, las respondió.Una vez, un grupo de admiradores de Leningrado le envió una carta memorable, escrita en un inglés perfecto. Tiempo después, ese mismo grupo le hizo llegar un grueso volumen, maravillosamente encuadernado, de un poeta y filósofo ruso. Bill adoraba aquel regalo, y le concedió un lugar de honor en su casa. En Rusia, el sello Melodía se encarga de editar los discos de Evans, y sus seguidores no dudan en considerarlo como uno de los suyos.
        Los antepasados de la familia Soroka provirnen de una zona de Ucrania que en tiempos formó parte del  Imperio Austrohúngaro. En una carta a un primo, Mary se refirió al estilo de vida de éstos allá por los años setenta del siglo XIX: " La suyas eran una condiciones de vida terribles. Sólo los padres dormían en camas. tenían un horno para cocinar, pero no había una chimenea que permitiera la salida del humo, y los niños dormían sobre el horno. En invierno metían en casa al ganado, para que no muriera congelado."
        Mucha gente vivía en chozas de turba con el suelo de tierra. el primo de Bill, el doctor Earle Epps, comentó: "Estaban en la miseria. Y aquella era una zona donde la frontera cambiaba con cada guerra. Un día pertenecía a Rusia, al día siguiente a Hungría, al siguiente a Alemania....Aquella pobre gente no sabía de donde era.Eran rusos , estaban gobernados por los polacos y vivían en el territorio del ImperioAustrohúngaro."
         En el mapa político actual, Ucrania limita, geográficamente, con Rumanía, Moldavia, Hungría, Eslovaquia, Polonia, Bielorrusia y Rusia; culturalmente, su legado artístico es rico y variado, y predomina en él la música. en el siglo XIX, fue la cuna de dos de los pianistas y compositores más importantes de la historia: el húngaro Franz Liszt y el polaco Frédéric Chopin. No es de extrañar que Bill Evans, un poeta del piano a quien calificaron en cierta ocasión como el Chopin del jazz, tenga una parte de sus antepasados en esta región del planeta.   
                                                      *          *              *

El abuelo de Bill, Ivan Soroka, había nacido en Brunarya, en la provincia de Galitzia, cerca de Lvov(Ucranía). la futura esposa de Ivan, Anna Matichak, era natural de Charna, una población al pie de los Cárpatos. Ivan y Anna emigraron por separado a los Estados Unidos cuando eran unos adolescentes; allí se conocieron y se casaron para luego instalarse en Old Forge, cerca de Scranton, Pennsylvania.                              
         La familia Soroka pertenecía a  uno de esos grupos sociales tan característicos de la inmigración norteamericana: formaba parte de una comunidad pequeña y muy unida, un pedazo de Rusia que aún existe en la zona de Scranton, donde hay personas que apenas hablan inglés y cuya vida gira en torno de la iglesia ortodoxa. La historia de la zona está dominada por la abundancia de antracita; los propietarios de las minas recibían con los brazos abiertos a todos los inmigrantes y a la mano de obra barata que aquella gente suponía. El desembarco ruso se inició tímidamente en 1865. No obstante, para cuando llegó la familia Soroka, a principios de los años noventa del siglo XIX, la cifra de compatriotas que partían cada año camino de Estados Unidos era de unos treinta mil. Ivan y Anna tuvieron seis hijos que alcanzaron la edad adulta: Antoinette, Mary, Julia, Justine, Michael y Nicholas. Un séptimo murió cuando era todavía un bebé. Mary, la segunda hija y futura madre de Bill Evans, nació en Old Forge el 12 de febrero de 1896.
        una de las causas más frecuentes de mortalidad entre los mineros era la pneumoconiosis; pero Ivan el abuelo de Bill, murió accidentalmente mientras dinamitaba carbón en 1904. Aún no existía ningún sistema de indemnisaciones, y la familia Soroka se vio abocada a la miseria. Durante tres o cuatro años, dos de sus hijas, Mary y Justine, se criaron en un orfanato cercano, que estaba regenteado por unos sacerdotes ortodoxos y donde sólo se hablaba ruso. hasta llegar a la adolescencia no comenzaron a aprender inglés en una escuela norteamericana.
        Epps, hijo de Justine, relata: "la familia Epps, la familia Soroka y otras acabaron trasladándose a Manville, Nueva Jersey, sede de la Johns-Manville Asbestos Corporation, que fabricaba tejas y cañerías. al parecer, todos los trabajadores que llegaban eran rusos o polacos, y nadie hablaba inglés. Sin embargo el trabajo abundaba en Manville. Mi tío Michael llegó a jefe de personal, y supongo que colocó a todo el mundo. Mary trabajaba en el departamento de contabilidad.
        Muchos habitantes de la pequeña población de Manville cogían los trenes de de la New Jersey Central and Pennsylvania Railroads para desplazarse a sus puestos de trabajo en Manhattan. a pocas estaciones de distancia de Nueva york, en pleno campo, estaba Dunellen, donde trabajaba Harry, el padre de Bill. A continuación venía Plainfield, una localidad como cualquier otra, donde él y Mary vivían y donde nacieron y crecieron  Bill y Harry Jr.
        Harry ingresó en el ámbito de la impresión, y hacia revistas en Art Color Printing, en Dunellen. Sus amigos lo recordaban como un tipo amable y sencillo...cuando estaba sobrio, porque todos coincidían en que era un bebedor contumaz. Mary, por su parte, era una mujer fuerte y decidida. Para Eale Epps, aquel fue un matrimonio conflictivo: "Harry siempre fue un seductor, y se preocupaba más por su placer que por su familia, de la que olvidaba con frecuencia. Cuando se había tomado unas copas de más, lloraba y decía que lo sentía mucho, pero al cabo de un par de días volvía a las andadas. Le gustaba mucho cantar y hacerlo en coro, y él y sus amigos se reunían alrededor de una botella y se lanzaban a cantar y a beber. Mary reconoció que su vida marital fue, durante años, un infierno, hasta que se jubilaron".
       Mary estaba enamorada de la música de la iglesia ortodoxa rusa, unas melodías que había escuchado a diario durante su estancia en el orfanato junto a Justine. Otra de sus hermanas Julia, tenía una voz lo suficientemente bella como para dedicarse profesionalmente a cantar en los musicales y las operetas que salían de gira por el país. Lo cierto es que todos los miembros de la familia Soroka tenían buen oído, y entonaban cantos monásticos a capella, en los que adoptaban intuitivamente diferentes papeles a su antojo. Los cantos tradicionales que recuperaban en fechas señaladas, según el viejo calendario ortodoxo, o después de cenar, en casa, se cuentan entre las primeras piezas musicales que Bill Evans oyó, y sirvieron para transmitir al benjamín el amor por la buena música.        

sábado, 20 de agosto de 2011


PREFACIO

                              ... un tipo sencillo con un talento limitado, tal vez también una perspectiva limitada.  
                                          Bill Evnas hablando  de si mismo.





En 1958, yo tenía trece años y cursaba estudios clásicos de piano y violín. Como tantos otros adolescentes británicos de la época, escuchaba los últimos éxitos del rock and roll  que nos llegaban desde el corazón de Europa gracias a radio Luxemburgo. Sin embargo un compañero de clases se había iniciado en el jazz, y empezamos a intercambiar sencillos y EP de 45 r.p.m., los únicos discos que podíamos permitirnos. Nuestro gusto evolucionó y pasamos de las bandas tradicionales al "duende" de Dave Brubeck. Al menos en el caso del pianista, la opinión de un  pequeño sector de público del este de Inglaterra coincidía col los estudiantes de los grandes campus norteamericanos. Nuestro oído no tardó en acostumbrarse a la modernidad "cool" del cuarteto de gerry Mulligan, especialmente a la de aquel EP de carpeta morada que incluía "Bernie's Tune" y "Walkin' Shoes". cuando Miles Davis se cruzó en nuestro camino con varios fragmentos de Miles Ahead y Milestones, supimos que estábamos en la senda correcta.
          Un día, mi amigo llego con Jazz Track, lo último del trompetista. El pianista de aquel sensacional disco era un músico desconocido de nombre vulgar: Bill Evans. Sin embargo, nada vulgar había en su sonido: parecía un pianista clásico pero tocaba jazz. Fue un flechazo, el típico punto de inflexión en la vida de una persona. Ahí mismo nació el concepto del  "sonido de Bill Evans", que destilaba todo lo que yo siempre había querido escuchar. Lo que lo hacia realmente atractivo era la tristeza de sus armonías, el lirismo y la novedad de sus texturas. Aquel pianista era la prueba fehaciente de que era posible tocar un estilo musical sirviéndose de los modismos y de la elegancia que solamente se aplican, por general a otro. Había algo a temporal en él, como si siempre hubiera estado allí. aquellos sonidos eran, sobre todo, un lamento que asomaba detrás de las notas, una pasión contenida que parecía estar casi al alcance de la mano.
           Empecé a coleccionar sus discos, al igual que hicieron- lo supe más tarde- centenares de personas. sin embargo, por entonces creía, por extraño que parezca, que yo era el único que conocía su música y que había reaccionado a ella. pero otro tanto les ha sucedido a muchos admiradores de Evans, y custodian con un celo extremo lo que ven como su tesoro. puede que esta respuesta se deba a la capacidad del artista para comunicarse de tú a tú, una cualidad que proviene de su carácter tranquilo, introvertido y modesto. No era una persona glamurosa, y no parecía tocar para las masas, sino para sí mismo, lo que provocaba en el oyente la sensación de quien capta una conversación ajena y se contagia con lo  se dice desde una posición de privilegio única. Esa misma cualidad, esa "presencia", es lo que hace que Bill Evans llegue hoy a todo tipo de público como no sucede con ningún otro músico.
            Mi deseo por hacerme con más y más discos de él no tardó en convertirse en una obsesión. recorría todas las tiendas de segunda mano que descubría con la remota esperanza de desenterrar alguna grabación inédita en que participara, porque pronto me di cuenta que el placer que me procuraba Evans era el mismo, tanto si era la estrella como cuando se limitaba a acompañar. Mis pesquisas no siempre daban fruto, y todavía faltaba veinte años para que apareciera la sensacional y exhaustiva discografía recopilada por Peter H. Larsen, Turn on the Star. Siendo como era un joven pianista clásico, tuve la fortuna de espesar a viajar, y así descubrí que sus discos llegaban a la Europa continental antes que a Inglaterra. Lo primero que hacia cada vez que visitaba París, por ejemplo era entrar en Lido Musique, en los Campos Elíseos. Mi ejemplar de Portrait in Jazz (Riverside) todavía luce los adhesivos "36 francs" y "Déclaré à la S.D.R.M." en la contraportada. Con el tiempo, está búsqueda se amplió a las grandes tiendas de Nueva York.
              La carrera artística de Evans fue larga, parsimoniosa, y transcurrió, como él mismo dijo, "lejos de los extremos". No es extraño, por lo tanto, que el reconocimiento de su figura siga hoy un camino similar. Desde su muerte, en 1980, el espacio que le dedican las tiendas de discos no ha dejado de crecer, y las más grandes cuentan hoy con una generosa selección de su obra. Paulatinamente, el público concede al mensaje de esta figura el valor que merece, y el apreció hacia su música va en aumento. es una "estrella" en Francia, aunque es cierto que para ellos siempre lo fue. Y fue Francia, y no Inglaterra o Estados Unidos, la que le dedicó un retrato televisivo en 1996.
            Era un pianista de una naturalidad extraordinaria. De hecho, más que alguien sentado al piano, parecía formar parte del instrumento, ser una extensión del mismo o, mejor dicho, el piano era una extensión de él; y no lo tocaba, sino que le convencía para que cobrara vida. Su porte reservado y un tanto extraño cuando subía al escenario desaparecía al ponerse a tocar. En ese momento, como por arte de magia, se sentía realizado.
            Su influencia pervive y se extiende todo el espectro del jazz y, más concretamente, a un sinfín de músicos. El concepto interactivo y de cámara de los diferentes tríos de Bill Evans está presente en toda la producción de un sello discográfico para el que nunca grabó; la estética de ECM, la compañía de Manfred Eicher, se define a partir del enfoque de Evans, basado en la economía y el silencio. Mucho de los integrantes que pasaron por el trío de Evans, así como otros instrumentistas influidos por el pianista, así que han grabado para la discográfica.
            La historia de su vida es la historia de un músico en activo y de un sinfín de clubes, auditorios y estudios. Cuando no estaba de gira, el club Village Vanguard, en Nueva York, era su hogar musical, el epicentro de su vida laboral; uno de sus seguidores, temeroso de que aquellos sonidos se perdieran para siempre, capturó las actuaciones que dio allí a lo largo de los años: son las grabaciones piratas de Mike Harris, que editadas en 1996 por Fantasy bajo el titulo The Secret Sessions, recogen el paso del pianista por aquel escenario.
           Nunca conocí personalmente a Evans, pero lo vi en multitud de ocaciones en el Ronnie Scott's de Londres, en Village Vanguard y en otros clubes. A menudo hice oídos dordos a la fama que perseguía a Manhattan de ser capital mundial de los atracos, y regrese a pie desde Greenwich Village, a las tres o cuatro de la madrugada, a un hotel cualquiera del Midtown. también en Londres asistía a todos sus conciertos. Tímido y atenazado por la admiración que sentía hacia Evans, jamás tuve el coraje de dirigirme a él, a excepción de una descabellada petición musical  que hice una noche y que él amablemente satisfizo. Sin embargo, y dejando al lado esa falta de arrojo, una parte de mi no quería conocerlo ni lo necesitaba. Por romántico que pueda parecer, me bastaba su música, y no lamento este anonimato.